Para empezar, debo decir que lamento profundamente el inesperado fallecimiento de mi querido profesor y amigo Druzo Maldonado. Además de las virtudes que han destacado en el contexto de su deceso, lo lamento pues él representa para mí mucho más que una relación de profesor y alumno. La carrera académica y como funcionario universitario que tengo hoy no podría entenderla sin la presencia de Druzo a mi lado, una suerte de segundo padre, uno académico.
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